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La vertiginosa caída de la producción petrolera venezolana

La vertiginosa caída de la producción petrolera venezolana

La política petrolera venezolana se ha concentrado en coordinar infructuosamente con los principales actores del mundo para recuperar el precio del petróleo. No obstante, en lo interno la industria parece desatendida, pues no se dan pasos definitivos para estabilizar y aumentar la producción. 


Los ingresos petroleros son clave para entender la coyuntura y el destino de la nación y se componen de dos elementos: el precio y la producción. Aunque el precio del crudo disminuyó casi 50% desde 2014, el impacto de Venezuela en la formación del precio es marginal. No obstante, las decisiones de política petrolera son determinantes en la producción venezolana. La tendencia actual en este aspecto es alarmante, especialmente lo ha sido en el primer semestre de 2016.

El país produce cada vez menos petróleo desde que alcanzó un pico histórico de producción en 1998 (3,1 millones de barriles diarios). Para 2015 la producción anual reportada fue de 2,6 MMBD: una caída 500 mil barriles diarios o 19% en casi dos décadas. En promedio, los campos petroleros en Venezuela declinan a una tasa de 20% anual. Por tanto, las nuevas inversiones deben compensar esa caída para que la producción se mantenga estable.

La estrategia de concentrar producción en la Faja Petrolífera del Orinoco es insuficiente, pues el aumento de producción en la Faja no compensa la caída de los campos maduros. Desde el 2000 la producción nacional de crudos livianos y medianos cayó más de 45% y 35% respectivamente, mientras la producción de pesados y extra-pesados aumentó 19%. Los crudos pesados y extra-pesados representan 92% de las reservas de Venezuela y 60% de la producción actual.

Parte los cuellos de botella descansan en problemas gerenciales, debido al incremento en los objetivos y las cargas financieras-operativas de PDVSA. Los proyectos de la Faja requieren una eficiencia operacional que no es cumplida. Debido a la centralización de las operaciones en la petrolera estatal, los pagos a proveedores presentan demoras de más de 400 días, cuando las operaciones óptimas tienen un máximo de 90 días. Esta es parte de la explicación para que la producción por gestión directa de PDVSA cayese 28%, aunque las Empresas Mixtas aumentaron su producción en 9% durante una década.

Tampoco se realizaron las inversiones necesarias y de forma eficiente. El Plan Siembra Petrolera dio a PDVSA la responsabilidad sobre 70% de las inversiones. El resultado fue que la inversión real frecuentemente se desvió de los esquemas planificados, especialmente en 2014 y 2015 cuando se invirtió apenas 70% y 50% de lo proyectado. Adicionalmente la petrolera desembolsó cuantiosas sumas en políticas sociales mediante los programas de misiones y el Fondo Nacional de Desarrollo Endógeno (Fonden). Esto significó expandir y multiplicar los objetivos de la empresa estatal fuera del negocio petrolero, y obstaculizó su capacidad para focalizar esfuerzos e inversión en la producción.

Sumado a la pérdida de capacidad productiva en el largo plazo, las señales de corto plazo son preocupantes. En el primer semestre de este año la producción petrolera ha mostrado las caídas mensuales más vertiginosas desde el 2003. En mayo, la producción cayó en 120 mil barriles diarios según cifras oficiales. No solo la magnitud de la caída es relevante sino la continuidad, porque desde febrero 2015 se reportan solo variaciones intermensuales negativas.

El modelo gerencial se encuentra agotado. La petrolera estatal debe aproximadamente 20 mil millones de dólares a los proveedores, cuyos conflictos por los retrasos llevaron a anuncios sobre la reducción de las actividades de las principales empresas de servicios en el país. Estas empresas, su conocimiento y tecnología son necesarios para mantener productivos los pozos y para aumentar la producción.

También las operaciones petroleras podrían estar siendo interrumpidas por fallas en los servicios eléctricos y la disponibilidad de agua y gas en los campos. Uno de los principales indicadores que permite predecir el comportamiento de la producción son los taladros operativos. Recientemente los taladros han caído dramáticamente, dificultando que la producción se recupere en los próximos meses. De hecho, estas pueden verse como señales de que el declive continuará o se profundizará en lo que sigue de 2016.

En el mediano plazo destacan oportunidades de desarrollo obviadas por la migración a la Faja. Fuera de la Faja, especialmente en el Lago de Maracaibo, los pozos activos pero sin producción están aumentando exponencialmente. Las reservas de crudos livianos y medianos ubicadas en las cuencas Maracaibo-Falcón y Barinas-Apure son de 21 mil millones de barriles. Esa cifra duplica aproximadamente las reservas totales de Brasil y es diez veces mayor que las de Colombia, quienes en una década aumentaron su producción 47% y 91% respectivamente. Los esquemas de inversión y participación de privados fueron pilares de tales avances.

La política petrolera venezolana se ha concentrado en coordinar infructuosamente con los principales actores del mundo para recuperar el precio del petróleo. No obstante, en lo interno la industria parece desatendida, pues no se dan pasos definitivos para estabilizar y aumentar la producción. Si bien es negativo que el destino de la nación dependa del impredecible precio del petróleo, este puede ser un  instrumento para el desarrollo. Pero una condición necesaria es reactivar la producción con una estrategia pragmática sobre la industria.


Fuentes: OPEP y Baker Hughes.


                                                                                                      Diego Guerrero, Centro Internacional de Energía y Ambiente

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