"Los gerentes debemos ver más allá de las apariencias"
Extractos y reflexiones del discurso de Vlaldimir Petit:
1. Una reflexión de cara a nuestras organizaciones:
Los liderazgos no nacen ni de certificaciones, ni de nombramientos, ni siquiera de elecciones o cargos. Esos factores generan autoridad, es decir, una posición desde la cual cabe la posibilidad de ejercer el liderazgo pero no confieren ningún tipo de liderazgo strictu sensu.
Luego, nadie se hará líder por tener la certificación del PAG. Lo que si comporta este certificado es un reto a los gerentes que sudaron para obtenerlo: ahora ¿cómo ejercer el liderazgo de mejor manera? ¿Cómo mejorar el desempeño de nuestras organizaciones? ¿De qué manera flexibilizarse frente al cambio constante de la hora actual venezolana? ¿Cómo planificar para un futuro distinto y estar preparados para ello?
Por favor, háganse estas preguntas antes de seguir al frente de sus responsabilidades.
2. Una reflexión de cara a nosotros mismos.
Las habilidades y herramientas adquiridas en el PAG nos impulsan a tomar decisiones vitales con respecto a nuestro futuro personal.
Hacer de la culminación del PAG un momento de profunda reflexión y cuestionamiento personal es transformarlo en valor agregado.
Yo confieso, que mi caso es muestra de cuán profunda puede ser la huella del PAG y particularmente, la del IESA. La reflexión continua que hice mientras lo cursé me llevó a tres decisiones fundamentales: seguir estudiando, entonces marché al extranjero a continuar, regresé, después tomé el EMBA, el Global MBA y el doctorado en ciencias sociales; cambiar de camino, mi vida y lo que hacía antes y después del PAG no tienen nada que ver, y c. practicar cotidianamente las herramientas adquiridas.
Por favor, esta noche, véanse en el espejo, háblense duro y hagan un profundo análisis de sí mismos y de su futuro, así convertirán esta oportunidad en valor agregado.
3. Una reflexión de cara a la responsabilidad social empresarial.
A estas alturas ya vimos que el frío mundo de la generación de riqueza personal y corporativa no es sustentable sin atender las demandas por solidaridad en medio de un contexto tremendamente desigual. Sin embargo, también aceptamos el hecho de que los conceptos de empresa y patria no son antagónicos y excluyentes. Luego, ¿cómo ayudar a hacer más patria sin renunciar a hacer empresa? Es decir, después de tanta reflexión, ahora cómo ayudamos de verdad.
No es fortuito que justo en medio de dos tiempos, uno que concluye y otro que no termina de ver la luz, ustedes optaran por estudiar aquí y hoy reciben su credencial. No lo vean como una casualidad. Véanlo como un mensaje.
Los venezolanos somos hijos de la tormenta y casi estamos acostumbrados a vivir en medio de truenos y relámpagos. Tenemos el conflicto, el tumulto y el aprendizaje pendiente a raíz de ellos, tatuados en nuestro ADN. Acaso por eso descollamos cuando podemos hacer cosas sin tener la tormenta sobre nosotros, cuando no tenemos que preocuparnos porque llegue el autobús, porque llega o por llegar vivos a casa, porque no hay peligro o si el profesor está, porque llega o si hay respeto al estado de derecho, porque está garantizado. Es entonces cuando nos distinguimos más y hasta reímos frente a desafíos que a otros nacionales les cuesta de sobremanera.
La solidaridad social es una obligación inescapable...aún en medio del huracán y es una contribución loable a minimizar los estragos de la tormenta permanente.
Ser indiferentes no es una alternativa. Ser solidarios es, además, una oportunidad. Abrazarse a la responsabilidad social es una necesidad y ayudar en la conciencia ciudadana una obligación. Esta noche pueden sellar un pacto entre todos en tal sentido.
4. Una reflexión final y general.
¿Apostamos a Venezuela o no? Hoy algunos de ustedes deben estar pensando en irse del país. Quien quiera irse, no somos quiénes para juzgarle ni aconsejarle. Pero antes de tomar una decisión en ese sentido, les pido refiero dos historias.
Una es colombiana y, por ende, muy próxima.
Julio Mario Santodomingo fue el impopular heredero de una mediana industria familiar. Apenas tomó las riendas de las compañías de su padre, comenzó a invertir en la propia Colombia con gran entusiasmo. Gerardo Reyes, uno de sus biógrafos, relata que en una de las poquísimas entrevistas concedidas a lo largo de su vida expresó: ¨Dicen que no tengo corazón...lo que no tengo es miedo porque Colombia es una apuesta segura¨.
Así, mantuvo un ritmo impresionante de inversión en su país en medio de conflictos armados, profusión de secuestros, sicariato rampante, asaltos a instituciones, toma de embajadas, explosiones por doquier, enfrentamientos entre capos de la droga, carros bomba, etc. Cada cierto tiempo le preguntaban: -Y ahora, en medio de este caos, Don Julio Mario, ¿qué mensaje le da a los colombianos? Siempre respondía:
-Deje que en Colombia haya tranquilidad y verá. Este país es una apuesta segura.
Hubo medianamente tranquilidad, al menos en las grandes ciudadanas colombianas y se pudo...ver. Una economía de crecimiento robusto y unas instituciones que comienzan a dar muestra de su solidez.
Julio Mario Santo Domingo murió el año pasado. César Batíz dijo: ¨murió un verdadero caudillo empresarial¨. A su muerte, su herencia, según Forbes, alcanzó alrededor de 8.000 millones de dólares.
Su apuesta fue altamente redituable. La oportunidad del riesgo la transformó en Cervecería, Banca, medios de comunicación y múltiples inversiones. Cuando tomen el Global MBA van a poder asistir a clases en un espectacular edificio de la Universidad de Los Andes en Bogotá, más moderno que Harvard. Y seguramente van a poder disfrutar de una buena obra de teatro en un modernísimo complejo cultural cercano. Ambos llevan el nombre de Julio Mario Santo Domingo. Ambos son donaciones ordenadas en su herencia.
Otra historia para ayudarles a tomar su decisión:
Un joven que comenzó en Venezuela como pulpero, después montó ferretería y en medio de crisis constantes, llegó a ser el capitán de empresa más importante del país: Eugenio Mendoza. En el marco de una sucesión de dictaduras, cataclismos económicos, pobreza, atraso, desánimo generalizado, aquel arriesgado hombre logró hacer todo un emporio, orgullo de Venezuela. Era un visionario. Cuando nadie hablaba de responsabilidad social empresarial, él lo hizo cotidianidad en sus empresas.
Cuando murió, surgieron muchos relatos en torno a su quehacer gerencial. Uno de ellos fue reseñado por El Nacional, en un sentido homenaje en el marco del primer aniversario de su muerte:
¨Don Eugenio, a manera de homenaje a uno de sus maestros de primaria, cedió parte de las caballerizas de su residencia en Sebucán para que allí funcionase una escuela pública para pobres con el nombre de aquel profesor. Acondicionó el espacio y el estado se encargó de la operación. Cada día y camino a su casa, Don Eugenio acostumbraba a parar en la escuela e interesarse en cómo iban las cosas. Se entretenía en conversaciones con el pequeño hijo de una subdirectora, con quien acostumbraba chancearse cuando le conseguía haciendo tareas y tiempo para que la mamá terminara su faena diaria en el colegio. Para su asombro el niño le preguntó un día: -Don Eugenio, ¿cómo hizo tanta plata? Ripostó: - Trabajando catire. El niño volvió a las suyas: -A mí me dijeron que era pura suerte lo suyo. El famoso empresario se paró y dijo: -Mientras más trabajo, más suerte tengo. El trabajo lo es todo. Y mientras más riesgo hay...más trabajo y punto catire¨.
Entonces, tenemos dos historias y una conclusión.
Estamos en un país que vive un momento aciago, pero también estamos sentados en la mayor reserva de petróleo del mundo. En una patria que aun habiéndose convertido en un país de emigrantes, lo que mejor exporta al mundo es talento puro. Estamos en un país en el cual aun en medio de crisis permanentes las multinacionales prefieren no irse. Una tierra llena de oro, hierro y con capacidad de producir acero para satisfacer el mercado más voraz del mundo, el chino.
Estamos en el país con los perfiles de consumo más atractivos de América Latina, en términos proporcionales, donde los márgenes de ganancia son inigualables; donde la gente está acostumbrada a resolver problemas con las uñas.
Estamos en un país que es, en fin de cuentas, un Mercedes Benz al cual le falta la batería y está postrado debajo de un árbol...pero que tiene todo para arrancar a una velocidad vertiginosa. Estamos en una patria que es una apuesta segura incluso en medio de la borrasca.
Bastarían eso sí, dos cosas:
Hacer que en Venezuela haya tranquilidad y entonces podremos ver cuán alto podemos llegar....parafraseando a Don Julio Mario Santo Domingo y en medio del riesgo, trabajar más, para así tener más suerte.....parafraseando a Eugenio Mendoza.
Los gerentes debemos ver más allá de las apariencias.
Los cambios, al igual que el liderazgo, no dependen de elecciones y los ciclos históricos están muy por encima de eventos electorales. Y cuando un ciclo agoniza, a pesar de que se quiera aparentar fortaleza, es como cuando un país cree que gana una guerra hasta que un buen día firma su rendición o como cuando alguien quiere esconder su enfermedad hasta que un buen día amanece fulminado, yace muerto.
A todo aquel que no vea el pronto amanecer venezolano tan seguro, una milenaria conseja china: nunca es tan oscura la noche como cuando está a punto de amanecer, la luna se ha ido, el sol aún no aparece...pero la noche está por morir con seguridad.
Por eso, sin rubor, les invito a no irse. Apuesten a Venezuela.
Hagamos de todo, participemos, aunemos esfuerzos para que haya paz en Venezuela....y veremos una gran Venezuela...a la vez, trabajemos y más suerte tendremos.
Finalmente, cierro con un reconocimiento, un agradecimiento compuesto, una confesión y una dedicatoria.
El reconocimiento es a una organización porfiada, que rema en contrasentido en momentos en los cuales la cadena de empeoramiento del país nos hace más fácil el ser mediocres. El reconocimiento es a su nueva casa de estudios, es al IESA, orgullo de Venezuela y América, que ha logrado paliar tormentas sin perder el rumbo, sin ser subyugado y sin quebrar.
El agradecimiento que quiero expresar, por mi parte, es compuesto y dirigido al IESA y a los carabobeños por igual.
Al IESA por pensar en mi para esta oportunidad y, a la vez, a los carabobeños, en la seguridad de que mi presencia aquí es un gesto de solidaridad con ellos, quienes dieron cobijo a mis padres cuando huyeron desde nuestro natal estado Falcón la misma noche de su boda, ante la noticia de que papá podía ser arrestado durante la celebración, por ser él un connotado dirigente de izquierda. Eran también tiempos turbulentos y los recién casados consiguieron en Puerto Cabello refugio y en Valencia trabajo. Aquí viví los primeros años de mi vida y no pierdo oportunidad de agradecérselo a los carabobeños. Mil gracias por siempre Carabobo.
La confesión es que el niño de la historia de Don Eugenio Mendoza reseñada por el El Nacional.....era yo.
Y eso explica finalmente la dedicatoria de estas palabras a un gran amigo, que amó a Valencia a pesar de ser un caraqueño de nacimiento.
Quien les habla, humilde hijo de aquella digna subdirectora del relato, nacido en la calle Urdaneta de Coro, número 65, tuvo la oportunidad única que solo un país como el nuestro puede brindar: la de convertirse en amigo de siempre del nieto del protagonista del relato, don Eugenio Mendoza. Aquel joven demostró con creces ser flamante heredero del honor con el cual se condujo su abuelo. Murió no hace mucho pero desde que oí Valencia, en la invitación que me formulara mi buena amiga Laura González, Ernesto Vogeler Mendoza, mi compañero de ruta, quien murió siendo Presidente de su amada Protinal y recuperarla en medio de arenas movedizas, parecía susurrarme a la oreja reflexiones para ustedes.
Ernesto, hermano, donde estés, ojalá consideres estas palabras como un sentido homenaje de alguien que te extraña y la expresión de cuánta falta nos hace gente como tú en la hora actual.
Amigas y amigos, feliz vida y mil gracias.
Que viva Venezuela.